15 ene 2006

Marvin Valladares Drago

El hueso

Manuel chupó vorazmente el hueso de res aplanado que instantes atrás había despojado de su oscura carnosidad, lo saboreó por todos los extremos posibles y luego trató infructuosamente de extraerle la pulpa porosa de su interior a base de ruidosas succiones. Finalmente engulló el resto de la sopa de frijoles inclinando el plato sopero sobre sus grasosos labios, bebiendo directamente del borde de la fuente. Del otro extremo de la mesa, su mujer le lanzó una mirada fulminante, cargada de algo más letal que el mismísimo odio. Sin darse por aludido Manuel volvió al hueso achatado y estuvo apreciándolo desde todos los ángulos posibles, como si se tratase de un objeto de preciado valor o la pieza faltante de un rompecabezas familiar. De pronto, en su rostro anguloso se dibujó una sonrisa socarrona y tomando un marcador fino del lapicero dibujó cinco estrellitas en el espacio blanco, justo en el centro del hueso donde antes tremulaba la carne vacuna. Los dos espacios oscuros y simétricos en los extremos de la osamenta hacían perfecto juego con el centro blanquecino y la bandera patria se percibía claramente en el cuerpo óseo.
y
- ¡Pero si serás pendejo! gritó su mujer arrebatándole el emblema óseo de entre las manos al marido, - No ves que las franjas van al revés y además son azules.
y
-¡RAMBO, SAM! grito descompuesta la dama, lanzando el hueso al aire; de inmediato aparecieron dos enormes perros doberman que un santiamén descuartizaron entre sus afilados colmillos el hueso patrio de Manuel.



Algo tan simple


Los dos guardias de seguridad subieron con dificultad el último tramo de la cuesta. La faena diaria había sido realmente agotadora, “no crean; estar parado todo el santo día aguantando el peso de una escopeta de doble caño no es comida de trompudo, y con el sol inclemente rechinándoles los ojos y tostándoles la piel, si no fuera por las preciosas damas entrando y saliendo del edificio; quien sabe hermano”.

Ernesto la vio primero, tirada al borde de la cuneta, semejando una serpiente enrollada aguardando su momento, pero no se interesó en ella y hasta la pisoteo con desdén. Don Santos, sin embargo, que venía un poco retrasado se agachó a recogerla. Una vez que hubo alcanzado a su compañero de turno los dos continuaron a paso redoblado el camino hacia la estación. Dentro del bus Ernesto quedó viendo con extrañeza a su colega y fue directo al grano.

-Oiga Compa, para que anda recogiendo basura de la calle-.

Don Santos vio de reojo a su compañero, más bien sorprendido de que hubiera reparado en semejante detalle, siendo que Ernesto iba delante de él dándole la espalda, sin embargo con su habitual humildad le respondió.

-No crea Neto, a veces uno se complica en casa por no contar con algo tan simple como esto, cosas así lo pueden sacar a uno de un gran apuro, créalo Neto- Habiendo dicho esto introdujo la mano en la mochila y comprobó satisfecho que la llevaba consigo.

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Al día siguiente la noticia se regó como pólvora dentro de las oficinas de la compañía y en todos los pasillos no se hacia más que lamentar la infausta noticia: Don Santos se había ahorcado la noche anterior, se había colgado de una viga dentro de su casa, pobre Don Santos tan bueno que era, quien lo diría.

Ernesto estaba desconsolado y no hacía más que repetir lo mismo a cada instante:

- De haber sabido le hubiera quitado la maldita cuerda, yo lo vi. les juro, yo lo reparé cuando la recogió de la calle, me salvé de puro milagro, no era para mi: yo la ví primero.