15 mar 2006

Jorge DeBravo (1938-1967)

Transeúntes Negros

En la sombra descienden tristezas infinitas
Transeúntes oscuros recorren la penumbra.
Manos fantasmas hieren esas vidas divinas,
tiembla la sangre en ellos acercando su llama,
y un hálito salvaje a sus almas se anuda.


Bajo su cáliz llueve y tiembla la esperanza
y en las puertas se espesa la humedad de las manos.
Dios se aleja en silencio -ebrio de fuegos vivos-
y sólo quedan huellas vellosas en el barro.


Es que en la sombra tiembla y respira la muerte
con una cercanía que casi es dolorosa.
En su humedad estrecha es más oscuro el llanto,
hierven en su vehemencia los recuerdos desnudos,
y son más espumosos los sueños de la boca.


Con el cuerpo delgado, caminan en la hierba
los traseúntes negros -el dolor en el nervio-;
Chasquean su doliente perenigraje absurdo
bordeando la tristeza viscosa del silencio.


La sombra es siempre torva para ellos, si pasan.
Buscándolos, ha tiempos maduró su tristeza...
Y han de seguir en ella de curva en curva -blandos-,
con el llanto goteándoles en dolientes preguntas,
con el amor fluyéndoles dulcemente a la tierra.



Miedo

Un miedo amado y dulce
me abre ojos absurdos en los huesos.
Con este miedo voy a la ciudad,
hurgo mi pensamiento, recorro las aceras de la angustia
y el silencio nefasto de las noches sin viento.

Con este miedo voy, llego hasta Dios,
lo pongo sobre sus ojos de aire y de nada
!Esos ojos que comienzan en ninguna pestaña
y que no finalizan en ningún sufrimiento!

Tengo miedo de ser únicamente
este nido de huesos,
palabras voluptuosas,
resquemores coléricos.
Este animal amado que me huele
a tierra funeral.

Y me da miedo
imaginar que soy un animal divino,
que tenga que aguantar un corazón eterno,
y buscar paz y paz y hallar tan solo
un trabajo sangriento.

Me dan miedo las cosas tan mojadas de vida,
la futuras rebeliones en sus fetos
y me asustan los ojos de mis antepasados
cuando chasquean en los retratos muertos.

Me da miedo la paz, la amarga paz,
densa y abominable como un crimen secreto,
la paz que deja huir asesinatos,
la paz que arraiga como musgo enfermo
sobre cohetes, cañones, muertos, fusilamientos.

Me da miedo sentir y no sentir, y ser
y no saber si el alma
es pozo de nutricios excrementos
o una llama blanquisima que inundar las nubes
y las hará brillar como tubos eléctricos.

Es este un miedo duro,
una fiel cicatriz que me empieza en la piel
y termina en mis huesos,
un miedo que camina y no se mueve,
un miedo que comienza donde no hay comienzos.



24

Yo quiero estar desnudo, Dios, mi boca
se quiere desnudar como una loca,
quitarse la palabra que le has dado.
Mi corazón, mi vida, mi costado
se quieren desnudar también de todo.
Se quieren arrancar el viejo modo
de caminar por esta tierra triste;
ser como una mujer que se desviste
a pesar del calor, del miedo y todo!

Me quiero desnudar, Señor, del miedo
de no saber por qué me duele el dedo
cuando pienso en la muerte sin motivo.
Yo quiero estar desnudo más que vivo,
desnudo de rencor, de piel, de frente,
tener un corazón desnudo y rudo.
Cuando la muerte venga de repente
hallarme más desnudo que el desnudo.