15 mar 2006

La última novela de Rodrigo Soto:

El nudo de la realidad
Carlos Cortés
y
Desde hace años he defendido la hipótesis, si puede considerarse como tal, de que las novelas de Rodrigo Soto postulan una explicación general del mundo mientras que sus cuentos y relatos breves son mundos particulares. Sus novelas, metafísicas o filosóficas como La estrategia de la araña, o paródicas y sardónicas como Mundicia, y alguna otra que leí y que no llegó a la imprenta en su forma original, son lo que en los seguros y tranquilizadores años preapocalípticos del "sartrecillo valiente" llamábamos "novelas de tesis" (o con tesis). No son novelas con moraleja incluida sino con metáfora incluida, que es el último recurso de un buen escritor: crear una imagen de su tiempo, verosímil o no, pero no un manual de instrucciones de la vida (salvo que se haga en sentido paródico o se tenga mucha confianza en la vida). Pero, como sabemos, ya no tenemos ni mucha confianza en la vida ni mucha confianza en la literatura.

A esas primeras novelas de Rodrigo yo también las podría llamar con un término que me gusta más: novelas de duda o de dudas-, de indagación o de la perplejidad antes dudaba, ahora no sé, como decía hace años una calcomanía existencial-. Pero yo siempre, como lector, me quedé con las perfectas máquinas de narrar que son sus cuentos.

El nudo, en relación con lo dicho anteriormente, es una obra de madurez. Sé que madurez es una mala palabra para cualquiera nacido antes de 1964 -Rodrigo y yo datamos de 1962- y que aún tenga próstata y quiera ejercerla.Y que es una palabra aún peor, tétrica, terrible y tenaz para Rodrigo, quien cultivó hasta hace poco, en la literatura y en la vida, el mito de PeterPan, y muchos de sus personajes son adolescentes en vías de redención hacia lo irreparable, hacia la aceptación del paso del tiempo y sus abismos. Pero lo siento: El nudo es una obra de madurez y abre un paradigma nuevo en la narrativa de su autor.

Esta es la primera obra en la que el autor logra, por un lado, darnos una imagen total del mundo fatalmente fragmentaria, por supuesto, pero que -esto tal gracias al ardid del universo narrativo- y al mismo tiempo involucrarnos en la vida personalísima de cuatro personajes cuyos trazos, hitos, desgarraduras y caídas están magistralmente hilvanados en un, porsupuesto, nudo, o, yo preferiría decir, una trama, una red, en lo que es la última analogía que nos tributa el texto y que lo clausura: "Mientras tanto, en algún resquicio del pasado, como si también estuviesen atrapados en el tiempo" continúan batallando bajo la luz del sol indiferente, para librarse del trasmallo que algún pescador del pueblo tendió entre dos árboles". Escuchemos la percusión inconfundible sigo leyendo-, "como de piedrecillas que se quiebran, de sus conchas cuando chocan entre sí". Esa percusión, ese entrechoque de sutiles maniobras de salvamento vital, es lo que conforma, ya lo habrá adivinado usted, el tejido fundamental, el nudo- de la narrativa de Rodrigo Soto. Nuestro escritor ha logrado, en palabras del escritor argentino Ricardo Piglia, hacer que la forma del relato sea justamente su contenido. Por supuesto, y esto también lo habrá adivinado usted, es parte de la estrategia del cuentista y no del novelista, pero es que Rodrigo es esencialmente un narrador. En este punto de mi exposición me detengo un momento y me pregunto: bueno, ahora, ¿debo desenredar los hilos para que ustedes, que, supongo yo, aún no han leído la obra, sepan cómo está construida y yo termine volviendo receta lo que es una lograda imbricación de fondo y forma, de tiempos verbales y de planos temporales? ¿Debo matar el deseo del lector? ¿Debo matar mi propio placer de leedor que consiste en descubrir poco a poco cómo ese dibujo se va completando conforme avanzo en la trama, en la trampa, en la niebla de palabras? Sí y no.

El nudo es una novela sobre la construcción de lo real y esta clave de lectura se nos revela desde la primera frase y no nos abandona hasta el final: "Aquí sucede solo lo que yo escribo, pero sin tu ayuda nunca llegaremos al final"; Nada sucedería. Solo tu deseo y mi palabra, o tu palabra y mi deseo, o lo que nace de su encuentro, puede dar inicio al tiempo, poner en movimiento los hilos de la trama y empujar al sol para que continúe su lento pero incontenible ascenso". Este arranque narrativo nos condensa ya desde el principio me he saltado, por supuesto, los elementos anecdóticos- todo lo que sucederá o no, por supuesto, si no se lee- pero también nos dice la concepción del relato, del tiempo narrativo y también la definición de la literatura que nos propone el texto. Como sabemos, cada novela, a diferencia del cuento, postula una teoría de la literatura. Apartir de aquí, diría Piglia, las decisiones éticas se convierten en decisiones estéticas. O al revés. El truco está, por supuesto, como cualquier truco, como cualquier artificio, en que no se note, en que no se vea, y Rodrigo se ha esforzado porque los lectores corran ansiosamente por el plano de las acciones y de los personajes sin olvidarse del todo del dibujo, porque uno y otro son lo mismo. Esto hace que El nudo no se lea como una novela, aunque lo sea, sino que se lea como un cuento, con la tensión que le ofrece la narrativa breve y sin traicionar nunca sus ambiciones de fuga, de ir más allá, que es el sino imposible de la novela. El fantasma de la forma. ¿Dónde está la fuga? ¿Dónde está la digresión? De nuevo en la trama: los personajes son ellos mismos y al mismo tiempo conforman un retrato social. Están llenos de marcas, reales y simbólicas, y de marcas de época, de una época que Rodrigo lucha por volver real y que va del colegio Los Angeles al Saint-Claire, de una taxonomía femenina –“ambos acudían atraídos por las carajillas púberes primero, por las hembrillas, las ricuras, los hembrones y las mamazotas después”- a las guitarras, motos y carros y otras encarnaciones del deseo, de Sonia de los Angeles Salas Centeno, 13-3-62 la pulsera de uno de los personajes- a Simplemente María una empleada con nombre de telenovela- de los frisbee a las pistolas automáticas. De la economía del lenguaje a la economía de las relaciones de producción: “en el lenguaje de Norma figuraban a menudo expresiones como“polo”, “maicero”, “piso-e-tierra”, “choyado”, y tantas otras que, de manera despectiva, aluden a la diferencia social. Ella podía decir que “fulano es polititico”, o bien burlarse de zutano porque “su tata es medio maicerillo”(lo diría tratando de imitar el estereotipo del cantadito campesino)”. De las espinillas en un rostro púber a las mutilaciones en la edad adulta, de la crisis existencial de la adolescencia a la crisis moral de una sociedad entera.

Creo que si esta no es la novela definitiva de una época, o, más bien, de una clase social en una época determinada y en un momento de ruptura, será al menos un texto ineludible de ese nudo crítico hito, crisis, herida, cuajo- de la sociedad costarricense.
y
Fragmento del texto original.