18 dic 2008

Oswaldo Marchionda

Danza con ritmo, sin pasta y sin net: Estrategias de inserción de lo local en lo global
Oswaldo Marchionda
VEN

Bailarín, coreógrafo e investigador venezolano, Oswaldo Marchionda plantea aquí las dificultades que enfrenta el ámbito cultural en un mundo globalizado. Este es un análisis de las precarias condiciones de subsistencia que en nuestro sistema económico enfrenta la cultura, así como quienes desarrollan su actividad laboral dentro de ella: artistas, agrupaciones, gestores culturares. Es también una crítica a un mundo donde prima el interés por los beneficios económicos que genera cada actividad humana; la avaricia del mercado, que no logra percibir el arte como una esfera de creación que debería estar regida por leyes de un orden superior, o al menos diferente. RER

Si observamos las manifestaciones culturales como “esferas en movimiento”, éstas giran constantemente asociadas, articuladas e impactadas por otras actividades de tipo económico y político.

Como dice Bonet (2005), “el conocimiento de las pautas económicas (…), ha de servirnos para entender mejor las pautas de una realidad, la cultural…”, que no sólo reúne en su seno la dimensión económica, sino la política que se moviliza constantemente en articulación, asociación y determinación con las representaciones simbólicas, espirituales y de significación que expresan lo cultural.

Partiendo de esta idea, toda gestión de lo cultural debe asumir la importancia de cada una de esas “esferas”; lo que produce su movimiento articulado, determinado y asociado (no exento de conflictos), en la implementación de políticas que permitan la elaboración de proyectos y su inserción en las nuevas dinámicas interculturales.

En América Latina, la cuestión económica vista desde lo cultural experimenta un “… tránsito hacia la postmodernidad sin haber conseguido superar y beneficiarnos de la modernidad” (2005), debido a la precaria y desalentadora situación en la región, resultado de la ausencia de recursos y a la desastrosa imposición de modelos uniformes supranacionales (El ALCA[1] por ejemplo).

Estos modelos parten de la interpretación de que nuestras realidades son el segmento atrasado de la Cultura Occidental, los cuales han servido “(…) para tratar de inducir en nuestros pueblos una actitud de resignación ante la pobreza y un sentimiento de incapacidad para resolver el atraso histórico que nos produjo el sistema colonial y que ahora afianza el neocolonial. Esta interpretación histórica intenta funcionar, en realidad, como una ideología disuasiva de cualquier proyecto (…) que intente la plena soberanía política y económica de los pueblos y movilizarlos para resolver efectivamente las causas de la pobreza y sus consecuencias: el atraso, la ignorancia y la subordinación…” (Sanoja, 2006).

Pero, ¿cómo ubicamos las artes escénicas y la danza -para ser más específicos- en este contexto? Considerando la tendencia a la desaparición o marginación en los mercados culturales de aquellas manifestaciones autónomas, individuales, movimientos y organizaciones independientes que no sucumben a la masificación de la cultura, ¿cuál es la perspectiva de la creación escénica?

En el caso venezolano, el problema no es siquiera ausencia de recursos, sino de distribución. Anteriormente el Estado venezolano financiaba aproximadamente el 90 % de la creación y difusión artística de las artes en el país. Actualmente existe un reacomodo de éstas políticas culturales que apunta hacia la democratización para el acceso a dichos fondos, privilegiando proyectos de carácter comunitarios. El resultado ha sido la continuación de la participación del Estado en la financiación, concentrada en proyectos dirigidos desde esa institucionalidad, lo que ha generado una disminución de las agrupaciones, atentando contra la diversidad de los procesos creativos. Ese sector representa el 90% de organizaciones sin fines de lucro en proceso de desprofesionalización y “desconsolidación” por falta de opciones de financiación. El sector privado históricamente participa poco en el desarrollo de este sector cultural.

Si observamos que existe una tendencia a la diversificación de los mercados a fin de ser más competitivos ante las nuevas economías surgidas de la era multimedia y la Internet, la globalización como fenómeno podría -a partir de formas de integración horizontal- ofrecer ámbitos de desarrollo de la dimensión económica para las artes escénicas. La integración de los creadores a partir de formas de organización en redes es un espacio de cooperación por conquistar. La globalización tecnológica interconecta a casi todo el planeta, pero crea nuevas diferencias y desigualdades. La participación en redes implica el acceso a las nuevas tecnologías. Pero, ¿cómo conectar al sector de las artes escénicas en las redes globalizadas, reconociendo las diferencias que poseen y las desigualdades que las caracterizan?

Los espacios de distribución - exposición de los creadores de danza en Latinoamérica son las temporadas, los festivales, los concursos, las residencias, entre otros. Para que las creaciones locales accedan a los circuitos de circulación global, al menos deberían ser experiencias diferenciables (“exportables”) con algún tipo de reconocimiento en su ámbito original; sobresaliente por su novedad e ingenio, aceptable dentro de las tendencias imperantes o que rompan de forma radical con éstas; manejar alianzas y conexiones; y que el proyecto sea capaz de trasmitir el espíritu original de la propuesta en otras circunstancias.

Estas formas de integración deben garantizar acuerdos institucionales (o entre pares de creadores) y beneficios compartidos, donde los intereses de los asociados sean reconocidos a través de formas de articulación que puedan desarrollarse y que sean lo suficientemente flexibles para transformarse en la medida que se desarrollan y transforman sus actores; romper con la visión fragmentada de competencia oportunista que plantean las políticas que reivindican el liberalismo económico como única vía al desarrollo.

Según García Canclini, la desigualdad se manifiesta en el orden económico y la diferencia principalmente a través de las prácticas culturales. El cambio de paradigma en lo político implica comprender que la conexión a través de redes tecnológicas de comunicación precisa el establecimiento de un tipo de relaciones que permitan el reconocimiento de los actores; dónde se complementan, dónde se desencuentran y cuál es la posición que les toca jugar.

Una organización que intenta el ejercicio de la democracia y que genera movilidad con el fin de brindar aportes que incidan en la corrección de las desigualdades y cooperar hacia el desarrollo de las artes escénicas, es la Red Sudamericana de Danza (RSD). http://movimientolaredsd.ning.com/

La RSD es una iniciativa de intercambio entre profesionales y gestores de la danza y la cultura pertenecientes a los países de América del Sur, con proyección a América Central y el Caribe. El mantenimiento de una página web (www.movimiento.org) que sirve como plataforma permanente de contacto, espacio de difusión y producción de conocimiento; la realización de encuentros regionales donde se estudien nuevas formas y nuevas funciones del arte, y la participación en programas y actividades para el desarrollo de la danza en asociación con otras instituciones u organizaciones culturales, son sus acciones principales.

Sus objetivos son apoyar el desarrollo de la cultura y la danza creando una plataforma de colaboración regional; proyectarlas en un marco internacional;
visualizar los emprendimientos de la región y articular redes de contacto; fortalecer los grupos de trabajo locales respetando sus particularidades, proyectando y asociando sus intereses; incentivar el crecimiento de las áreas de acción de la danza estimulando el diálogo con otras artes y otros campos de conocimiento; aportar a la calidad de las propuestas de danza brindando actividades de capacitación y profesionalización accesibles a los interesados; incentivar la máxima difusión y participación en torno a las actividades existentes promoviendo dentro de la red nuevos intereses y una integración crítica y diversa.

Este tipo de propuestas exige al gestor cultural ser flexible y adaptable, propiciar el acceso de las mayorías de los artistas excluidos, locales y regionales al resto del mundo; es decir: “piensa localmente, actúa globalmente”. La visibilidad regional e internacional es un factor preponderante en el reconocimiento en el ámbito local y viceversa.

Al pensarnos y asumirnos a la vez como diferentes participantes, nos reconocemos en la condición real que nos permite resolver con sabiduría y sin subordinación las problemáticas que impiden nuestro desarrollo, reivindicando la diferencia como un factor positivo, apreciando lo que ponemos en juego para que la cooperación se plantee en términos de iguales en tanto que los intereses entre los actores son transparentes.

Los desafíos de la cooperación y la gestión cultural y las políticas de asociación e integración radican en ser cada vez más democráticas. Los aspectos económicos vinculados a la cultura y a las artes son un ámbito para la compresión desde esa condición diferencial y una tarea por realizar. Develar el orden excluyente pasa por que los excluidos reconozcan quiénes son y quiénes le son afines, y ganar visibilidad en la participación de plataformas que permitan enfrentar la dimensión económica de la cultura como un factor imprescindible en los procesos de creación y transformación social.



[1] El Área de Libre Comercio de las Américas o ALCA es el nombre oficial con que se designa la expansión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) a todos los países de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, excepto Cuba.